Liz Dann conoció a su primer novio a los 17 años. George Hooker reunió todo su valor y se acercó a ella luego de un largo tiempo, a pesar de que sabía que ella sentía lo mismo por él. Cuando por fin el joven se acercó a ella, fue el comienzo de una bella historia de amor que duró dos años.
Liz y George estaban locos el uno por el otro. Eran jóvenes y no tenían más preocupaciones en el mundo.
Cuando tenía 19 años, Liz se dio cuenta de que los estudios universitarios no eran para ella, y que siempre había deseado unirse a la marina. mientras estuvo allá, George recibió varias cartas de su amada. Una de ellas decía que había conocido a alguien más.
Ése fue el final de su cuento de hadas, que había durado más de una década.
Liz se casó con el hombre que conció luego de George. Juntos tuvieron una hija llamada Sarah. Cuando cumplió los 3 años de edad, Liz se volvió a embarazar. Pero esta vez la noticia vino como una desgracia, pues su marido la abandonó a ella y a Sarah para que siguieran solas.
Eso fue una crueldad, pero es también algo que lamentablemente pasa muy seguido. Pero era también sólo el comienzo, ya que esto no sería lo peor que le pasaría a Liz.
Unos meses más tarde, Liz descubrió que tendría trillizas. Entonces la idea de criar a 4 niñas ella sola se había vuelto aterradora. Ese estrés ocasionó que rompiera la fuente en la semana 23 del embarazo y, aunque los doctores atrasaron lo más posible el parto, tres semanas después ya había nacido sus tres princesas: Sophie, Zoe y Emma.
Las trillizas eran tan diminutas que incluso, todas juntas, no pesaban más del kilogramo y medio. Debido a su nacimiento prematuro, su visión no se desarrollaba completamente y quedaron ciegas.
Sus hijas debieron ser tratadas en el hospital por bastante tiempo. Los médicos temían que las niñas cayeran rápidamente, víctimas de alguna infección. El tratamiento con antibióticos ocasionó algunas complicaciones, como la pérdida de la audición de sus hijas. A los 2 años de edad, las niñas estaban completamente sordas.
Creo que ya puedes imaginar cómo se sentía Liz.
La joven madre no sabía qué hacer: ¿Cómo trabajaría? ¿quién cuidaría de sus hijas?
Fue justo cuando su mente estaba llena de estas preocupaciones, que George apareció casi de la nada. Liz estaba aterrada, pues no sabía qué pensaría de ella.
Pero George no había cambiado, aún amaba a a Liz y estaba listo para pasar todo su tiempo junto a ella y sus hijas. Pronto George se convirtió en amoroso marido y gran padre, por lo que las vidas de las niñas mejoraron bastante gracias a esta nueva estabilidad.
Cuesta creer que historias como ésta sucedan, especialmente en la actualidad. Pero aún quedan hombres como George, en los que realmente puedes confiar.
Liz y George están felices juntos y sólo se preocupan de no estar haciendo lo suficiente por sus tres princesitas. Por ello, les dedican cada hora a ellas y a su bienestar.
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