Todos hemos escuchado sobre el terrible tiroteo que ocurrió en Las Vegas. Un ruido de balacera detuvo el concierto de música country, Harvest Festival. Eran disparos y no se detenían. Todo sucedió durante 10 minutos, cuando un hombre encañó su arma contra 22 mil personas que se hallaban reunidas disfrutando del concierto.
Los hechos ocurrieron desde el piso 32 del Hotel Mandalay Bay, donde el asesino accionó 10 rifles de alto calibre. Su blanco eran personas inocentes. Todos corrían desesperados buscando protección. Pero era una masacre, ya que no había hacia dónde correr. En medio del caos y el miedo, James Sebesta, uno de los participantes del concierto, se volteó, miró a su esposa y le dijo que corriera y se pusiera a salvo. Mientras tanto, James se escurrió entre la multitud para ayudar a los heridos que caían al suelo.
James Sebesta es médico, cirujano y no podía huir del lugar, dejando atrás a personas que requerían de ayuda. Entre 527 heridos y 59 muertos, James intentó extender su mano. Sin duda, era una situación extremadamente peligrosa, pero su deber como médico estaba primero: salvar vidas. Podía haber huido, pero ese no era su objetivo.
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