Sin duda es una experiencia difícil trabajar en escuelas con un alto riesgo social, ya que es una labor diaria en donde los profesores intentan que sus alumnos puedan salir adelante a pesar de las adversidades que deben vivir a diario, lejos de la sala de clases. La historia que leerán a continuación es sobre Rachel Faust, una joven profesora de Miami en Estados Unidos que diariamente busca lo mejor para sus alumnos.
Rachel Foust trabaja con primer grado, en una escuela de muy bajos recursos; la mayoría de sus estudiantes provienen de familias de extrema pobreza.
Un día, esta profesora se dio cuenta que una de sus alumnas, de sólo 6 años, no dejaba de poner su cabeza sobre su escritorio en medio de su clase: ella rápidamente le dijo que la acompañara en el pasillo.
Allí la regañó y llamó la atención por no enfocarse en la clase. Pero la chica le hizo una revelación que le partió el corazón:
La niña sólo le pidió disculpas. “Perdón señorita Faust, es que tengo mucha hambre. Me perdí el desayuno y no hemos comido desde el almuerzo de ayer”, le confesó la menor.
Las palabras de la niña fueron como un balde agua fría en la cabeza para esta profesora. No podía creer lo que estaba escuchando.
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