Es lamentable saber que las oportunidades no son para todos. Hay muchos talentos increíbles en el mundo que se desperdician por no tener los recursos necesarios para perfeccionarse y brillar.
Un prestigioso médico cirujano podría haber sido uno de estos jóvenes olvidados, pero el destino tenía otros planes para él.
En Mexicali (México) nació Alfredo Quiñones Hinojosa, un niño que sobresalía bastante por gran tamaño de su cabeza, una especie de protuberancia que por largo tiempo preocupó a sus padre, pero con el tiempo vieron que se veía bien, por lo que dejaron de preocuparse. Alfredo era tan inteligente que algunos decían que tenía un segundo cerebro.
A los cinco años ayudaba a su padre en la estación de servicios que tenían. En el lugar no contaban con agua potable ni mucha comida y vivían en las habitaciones que había detrás.
Su madre, Flava Hinojosa, tuvo otros tres hijos y la familia tenía más bocas que alimentar. Lamentablemente con el tiempo el negocio no rindió frutos y sumado a la crisis económica que atravesó México en los años 70, Alfredo decidió arriesgarse y buscar una mejor vida, así que viajó a Estados Unidos a los 14 años.
Sin dinero y sin hablar inglés, Alfredo llegó a California al campo de su tío Fausto, en donde trabajó de capataz. El dinero que recaudaba se lo entregaba a su familia en México, pero por desgracia, al estar como ilegal, en uno de sus viajes a su ciudad natal, lo detuvieron, le quitaron sus documentos y lo deportaron.
Pero esto no lo detuvo, ya que sabía que en Estados Unidos tendría una mejor vida. Así que estudió para convertirse en profesor y en 1986, ya graduado, decidió emigrar a Estados Unidos, cruzando la frontera de manera ilegal.
Con 19 años, 65 dólares y sin hablar inglés, volvió al campo de su tío a trabajar de jornalero, cosechando tomates y otras verduras. Con el tiempo, sus padres también cruzaron la frontera. Pero un día todo cambió para Alejandro, luego de que caer al fondo de un tanque de gas licuado lo llevara al hospital.
Su médico le contó que estuvo a un minuto de morir si no lo sacaban a tiempo, entonces Alfredo vio en la medicina una admiración sin igual y se propuso en un futuro ser doctor. Comenzó su sueño y además de estudiar inglés, entró a una escuela técnica para luego ingresar a la universidad.
Gracias al talento de Alfredo, la Universidad de California se fijó en él y se ganó una beca, graduándose con honores de psicología, para luego aplicar a la Universidad de Harvard en la carrera de Medicina.
En la carrera entró por primera vez a un quirófano y vió un cerebro real. En ese momento se maravilló tanto que se propuso ser un neurocirujano.
A pesar de vivir humildemente y casi sin comer, Alfredo se tituló con honores y en 1997 obtuvo la nacionalidad estadounidense, dejando de vivir con el miedo del indocumentado. Esto le abrió grandes puertas y se especializó finalmente en neurocirugía y células madres, llegando a ser profesor de oncología y neurocirugía como director de un programa de tumores cerebrales.
Entre 2005 y 2016 logró fama mundial luego de que junto a su equipo publicara 150 artículos científicos en investigaciones sobre células madre. Alcanzó estabilidad económica pero jamás olvidó su pasado. De hecho, actualmente lidera un proyecto en el que viajan por el mundo eligiendo casos para atender y operar a pacientes de escasos recursos completamente gratis.
Hoy el cirujano Alfredo Quiñones es considerado una eminencia e incluso participó de la serie “Ases del Bisturí” de Netflix.
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