La ambición de unos pocos lastiman y dañan al resto y, ESO, no tiene perdón de Dios.
Esos deseos tan profundos de dañar y lastimar al “enemigo” que tienen algunos países; que los ciegan y no los dejan ver el daño y el horror que están dejando tras de si, sorprendente hasta el más duro de corazón.
Lamentablemente, en este minuto hay personas sufriendo los horrores de guerras y peleas absurdas, donde no hay ganadores, sólo muerte y desolación.
Sorprende que el hombre teniendo la capacidad de pensar y crear, no es capaz de desviar su objetivo maléfico por lograr el bien para todos sin importar las condiciones o creencias que se tengan.
La historia está llena de siglos y siglos de luchas y no hemos aprendido de ellas a que lo mejor es la paz. ¿Nos cansaremos de ellas alguna vez?
Hoy seguimos escribiendo con sangre el futuro de los que quedarán. Esperamos sean más inteligentes y cambien el rumbo para mejor.
Esta historia, como muchas otras que se repiten una y otras, cuenta la historia de un pequeño niño de 6 años. Lamentablemente las verdaderas victimas de este mundo lleno de caos.
El niño perdió la vida por culpa de esa incomprensible ambición de unos pocos. Un pequeño que a esa edad debía haber estado jugando o descubriendo cosas nuevas, pero le fue arrancado su derecho a una vida.
Como sabes, el Medio Oriente está lleno de conflictos pero ese niño no entendía porqué. Una granada explotó cerca de él. Cuando su madre le dijo que iría a comprar pan, decidió salir a buscarla al ver que no llegaba. El niño era palestino y tuvo la desgracia de salir a la calle cuando explotó la bomba. Se llamaba Sayed Masalha.
No fue un susurro. Gritó con fuerza por la injusticia que estaba viviendo. Todos escucharon claramente lo que dijo ese último día:
“Le contaré a Dios todo lo que ustedes han hecho. Los acusaré por todo lo que hacen aquí, y Él los va castigar…”
Y se fue de este mundo…al que vino para aprender a vivir, amar y soñar pero encontró desolación y muerte.
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