Cuando vemos a una persona en situación de calle, lo primero que pensamos es que son delincuentes y que están sucios. Quizás algunos de nosotros le podemos dar una moneda, pero nunca pensamos en lo que hay detrás de su rostro, ni lo que vivió para llegar a estar de esa manera.
Muchas de estas personas no viven de esta manera porque lo decidieron, fueron circunstancias trágicas en sus vidas las que los pusieron en ese lugar. Esa gente no tiene una cama cómoda donde dormir y ni siquiera comida segura todos los días, muchas veces tienen que comer los restos que se encuentran en la basura.
Afortunadamente, hay gente bondadosa que ve más allá de sus ropas sucias y deciden hacer algo para ayudar. Éste es el caso de Acsey Fischer, quien un buen día se encontraba en un establecimiento de Dunkin’ Donuts bebiendo un café, cuando miró por la ventana y vio a un indigente recogiendo las monedas que algunas personas le habían regalado.
Luego, la chica se percató de que el hombre entraba al lugar y que, contando sus monedas con decepción, se dio cuenta de que no tenía el dinero suficiente para comprar lo que quería. Casey se compadeció de él y decidió hacer algo, lo llamó y le invitó un sandwich y un café. Al principio el hombre no parecía muy amable, pero aceptó el ofrecimiento de Casey.
Luego se dirigió nuevamente a él una vez que le entregaron su desayuno y le preguntó si quería sentarse a comer con ella. El hombre la miró muy sorprendido y confundido, se acercó lentamente.
El hombre le dijo que se llamaba Chris y pronto comenzaron a hablar sobre cómo es que había terminado en la calle. Chris le comentó a Casey que la gente solía ser muy grosera con él, ya que pensaban que les iba a robar. Le confesó que un problema de adicciones fue lo que lo llevó a tener esa vida.
Chris se sinceró con la chica y le habló que su madre había muerto de cáncer hace unos años y nunca tuvo la oportunidad de hacerla sentir orgullosa de él. Estuvieron hablando por más de una hora hasta que Casey tuvo que despedirse para llegar a la escuela.
Pero antes de decir adiós, Chris le escribió un mensaje a Casey en un papel arrugado y lo colocó en su mano. Se disculpó por su letra, le dio las gracias por el desayuno, la agradable charla y le aseguró que nunca olvidaría su bondadoso gesto.
Al marcharse, Casey abrió el papel y la leer lo que decía, se fue de espaldas. Resulta que el hecho de haberle invitado a desayunar significaba mucho más allá que solo eso. El papel decía lo siguiente:
“Yo me quería suicidar hoy, pero gracias a ti ya no lo quiero hacer. Gracias linda persona”.
Al conocer este tipo de historias, nos damos cuenta que jamás debemos juzgar un libro por su portada. Detrás de los rostros que vemos en las calles, hay historias y vidas heridas que quizás con una sonrisa o un gesto de bondad pueden cambiar muchísimo.
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