Lo creas o no, algunas heridas de la infancia pueden tener una poderosa influencia en la persona que eres hoy. La psicología las explica pes, para poder sanar, primero debemos entendernos.
Todo lo que vivimos de chicos afecta directamente la clase de adultos en la que nos convertimos, por lo que los psicólogos suelen asociar nuestros problemas a la forma en que nuestros padres nos criaron.
Y aunque es cierto que no son responsables de todos nuestros traumas, sí es verdad que nuestra crianza nos impacta fuertemente para el resto de nuestra vida. Así, algunas heridas de la infancia nos marcarán a fuego en el desarrollo futuro.
Quizás no sean heridas físicas ni puntuales, sino simplemente la forma en que nos mostraron el mundo lo que nos marcó sin remedio.
La mejor forma de sanar, es conociendo aquellas heridas de la infancia, aceptándolas y trabajando en superarlas.
Apego inseguro
Cuando pequeños, aprendemos a relacionarnos con el resto en base a lo que aprendimos en casa. por eso, si tuvimos una madre que no ha estado siempre presente o ha sido poco amorosa, esto nos marcará. Aprenderemos que las relaciones son inseguras y que no siempre están, y de adultos temeremos relacionarnos con otros. La desconfianza nos impedirá crear vínculos sanos.
Este apego inseguro afectará nuestras relaciones románticas y de amistad.
Falta de desarrollo de la inteligencia emocional
Los juegos y las interacciones didácticas en general de los primeros años de vida sirven para desarrollar la inteligencia y la motricidad, pero también es el momento en que los niños empiezan a cultivar la inteligencia emocional.
A medida que los niños crecen, los padres les enseñan a expresar sus emociones, a nombrarlas y a controlarlas. Los gestos y las palabras que los padres usen para calmar al niño cuando esté incómodo o estresado son claves.
Los niños que no reciben esta clase de educación por padres ausentes o tóxicos, en la adultez no saben expresar y manejar sus emociones. Nadie los calmó cuando se sentían tristes o desilusionados, y nadie los ayudó a sobrellevar sus primeros fracasos.
Esta clase de heridas de la infancia hace que los adultos luego tengan problemas para expresar lo que sienten.
Rechazo y desprestigio
La manera en que un niño es tratado en su primera infancia determinará en gran parte cómo se verá a sí mismo en el futuro. La forma en que lo trata su entorno es, por así decirlo, su primer espejo. Por eso, quienes son rechazados, ignorados o desprestigiados de pequeños, crecerán con una gran herida que no pueden sanar.
Siempre pensarán que, hagan lo que hagan, nunca serán suficientes. Así, el sentimiento de inseguridad y de falta de amor propio será algo que sólo crecerá con el tiempo.
Falta de confianza
Si un niño crece en un entorno violento, deshonesto y combativo, perderá la confianza en el mundo que lo rodea. Imaginará que todos los padres engañan y se mofan de sus hijos.
Los pequeños necesitan creer que el mundo es un lugar seguro y no que debe estar siempre a la defensiva. Crecer en un clima hostil, con cuidadores en los que no se confía, marcará una idea en el alma: nunca se puede confiar en el resto.
Cuando lleguen a la adultez, estos niños serán personas desconfiadas y que les costará un mundo lograr una relación sólida.
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