El protagonista de esta historia de perseverancia y superación se llama Eshan Hilal y desde pequeño sintió la influencia del movimiento sobre su cuerpo. Era una fuerza más poderosa que él que lo hacía bailar y aunque no le tomó el peso por completo, intuía que su pasión le acarrearía problemas. Si bien no es el movimiento en sí lo que le traería los problemas, sino el vestuario que incluía una enorme falda, maquillaje, collares, pulseras y anillos, su cinturón con monedas que suenan al compás de la danza y el pelo peinado hacia atrás. Su vocación era ser bailarín de la danza del vientre.
No puedo ocultar nunca su amor por el baile, pues a los 5 años ya se aprendía las coreografías de Bollywood y las bailaba en casa. Sus padres, al principio se inquietaban, pero tomaron la decisión de dejarlo en paz. Lo que pensaban era que al crecer, su gusto pasaría. No obstante, ésta continuó creciendo con los años, entonces, vino el problema.
“Me decían: ‘Eres un niño, ¡compórtate como tal! Bailar es de niñas. Queremos que seas un hombre varonil’“, cuenta Eshan. Pasaron los años, pues él tiene 25 años y se ha convertido en uno de los bailarines más destacados de sus contemporáneos.
En general, sus problemas no solo estaban en casa, pues mientras los niños de su barrio armaban pequeños grupos para jugar al cricket, Eshan descubría en soledad y silencio que él prefería hacer otras cosas. Bordaba, jugaba con muñecas y evitaba, a toda costa, su bicicleta. No era que la odiara, pero prefería quedarse en su casa a hacer las pésimamente mal llamadas “cosas de niñas”.
Al ser un pequeño tan grácil, decidió dedicarse a la del vientre, una compleja disciplina que une diversas danzas tradicionales de Medio Oriente, el Norte de África y Grecia.
Su familia musulmana estaba en contra de dos cosas que los hacían sentir profundamente decepcionados , pues primero, no querían a hijo que disfrutara el baile ni las cosas con las que ligaban a las otras niñas. Ellos querían tener a un pequeño hombre. Que tuviera características masculinas muy marcadas, como la personalidad fuerte y con pasatiempos típicos de los muchachos de su edad, para pasar a convertirse en un hombre como cualquier otro que perpetuase la casta en la que nació; segundo, la danza que él escogió está vetada por su fe musulmana.
El día del paseo, Eshan comenzó a bailar como siempre, pues era lo que más disfrutaba. Entonces, su abuela lo miró con asco y desaprobación y le dijo “¿Alguna vez viste a una prostituta bailando en un bar?”.
Las caras de odio y desaprobación marcaron a Eshan, jamás había escuchado esa palabra en sus términos despectivos, y menos había recibido un insulto de esa categoría, con rencor. Eshan asegura haberse asustado:
“Me asusté. ¿Qué era esa palabra? Sabía que era un insulto, pero no conocía su significado“.
No fue únicamente su abuela la que emitió opiniones sobre Eshan. Su padre también estaba atento a minimizarlo. Eshan asegura que, en una ocasión en que ambos hablaron, él le dijo: “Me das vergüenza, se supone que no deberías bailar”. Eshan asegura que ese prejuicio persiste:
“Creen que solo puedes bailar si eres mujer… y no una buena. Así es la cultura de la que vengo”, dice.
Después de eso, comenzaron a encerrarlo y no querían que las visitas lo vieran, sin contar que no paraban de compararlo con su hermano.
Claramente, a sus padres no les interesaba el baile, sino la aparente normalidad de uno de sus hijos. Eshan, abrumado, hizo lo posible por darles en el gusto y trató de cambiar, por eso comenzó a jugar cricket, encontró una novia e intentó dejar la danza.
Pero nada de lo que hiciera funcionaba, más temprano que tarde, estaba bailando nuevamente y así se sentía libre.
Eshan trató de llevar su pasión con valentía y cierto día, se hizo el valiente y le pidió a su madre que lo inscribiera en clases de baile clásico. Ellale pegó y según recuerda él, fue un golpe muy fuerte. Después, por supuesto, su padre se enteró: “Me golpeó tan fuerte que me causó una fractura”, detalla Eshan. Y no paraba de preguntarle porqué se comportaba como una prostituta.
A los 14 años, decidió darle un giro a su vida y nuevamente se armó de valor para irse de casa. Desde Delhi, halló la forma para viajar 300 kilómetros sin dinero encima. Trabajó limpiando hoteles durante 6 ó 7 meses.
Al estar cansado, solo y atemorizado, regresó a casa, pero la reacción de sus padres no fue de alegría y preocupación. Al entrar a casa, su padre volvió a golpearlo y lo amenazó con dejarlo discapacitado. Fueron los peores momentos en la vida de Eshan, “estaba muy avergonzado de mí. Yo era su hijo mayor y no tenía nada que ver con él”, afirma.
Contra todas las probabilidades y sin nadie que lo apoyara Eshan siguió bailando y su perseverancia trajo frutos, pues apareció en programas de televisión.
Un programa de baile le hizo ganar muchos seguidores más el cariño del público. Habían quienes intentaban bajar su moral, pero la pasión por la danza era más grande. “Hay gente que me insultaba antes de que saliera en televisión”, asegura “pero ahora han cambiado. Me invitan a cenar, se toman fotos conmigo. De repente, significo algo para ellos”.
Aún así , sus padres no están felices
Eshan ganó relativa fama y logró vivir del baile. Sin embargo, hasta el día de hoy tiene fuertes discusiones con su familia.
Conviven en la misma casa, pero todos, salvo él,están en el primer piso, pues la planta de arriba es sólo para el bailarín. Su madre, una musulmana que contrajo matrimonio a los 14 años, le contó a la BBC las razones de la frustración y los golpes. Ella justifica todo, diciendo que el Islam no aprueba la forma en que vive su hijo. A ella lo decepciona verlo bailar, y desde siempre soñó con que fuera médico, pero “todo lo que hacía era levantarse la camisa y mover el vientre”.
Su relación, siempre conflictiva, los ha hecho pasar por largos períodos de incomunicación. En el último estuvieron un año sin hablarse. Dice, además que su hijo “destruyó” su matrimonio, pues el padre también sentía tal frustración que descargaba su ira contra ella.
Buscando paz, en alguna ocasión el matrimonio deseó que el muchacho se fuera para siempre y no regresara más. Mientras se realiza la entrevista, la mujer mira hacia un lado y le pregunta a su hijo si recuerda las peleas. Él no solo asegura que no las olvidará jamás, sino que interrumpe asegurando que “No eran peleas. Tú solías pegarme todo el tiempo”.La madre dice que es verdad.
Si bien no las va olvidar jamás, esas peleas no dejaron odio en su corazón, sólo le repite a su madre hasta el cansancio que deben aceptarlo.
Que si Dios no lo juzga y le ha dado piernas y salud para bailar, ellos no deberían tener problemas con eso. La madre de Eshan dice que ya no le prohíbe ni intenta persuadirlo para que deje el baile. Pero reza aún por un milagro para que su hijo deje la danza.
Mientras que la relación con su padre es de no mirarse ni hablarse. Él cuenta que en un período de su vida se sintió tan intimidado que durante las noches cerraba su habitación con llave, pues confiesa: “Sentí que mi padre quería matarme y no quiero morir joven”, le dijo a la BBC.
Según los periodistas de la BBC, el padre de Eshan es un hombre grande y de barba gris, algo gordo, a pesar de las canas en el mentón, su cabello se mantiene negro, pero se ve como alguien impasible.
Es más, él mismo cuenta que su hijo se fisuró un hueso debido a una paliza que él le dio, y que una vez se fue de casa. Se justifica diciendo que no le gusta el trabajo de su hijo. “Mi hijo no es más importante que el respeto de la comunidad. Lo que está mal, está mal”. Pero además, agrega que su hijo exagera.
Que no estaba en sus planes matarlo, incluso piensa que eso es ridículo: “¿Por qué iba a atacarle de noche?”, se pregunta. “Cuando le pegué lo hice abiertamente. Eshan no es mi enemigo. Soy su padre y como padre tengo que ponerlo en el camino correcto”.
Como se ve, no hay nada ni nadie que los haga aceptar a su hijo tal cual es y al parecer, son muchos los hombres y mujeres que sufren por estas creencias culturales y religiosas tan arraigadas. La historia de Eshan Hilal no es la excepción.
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