En la selva amazónica, al sur de Venezuela, habita la tribu indígena de los Yanomami. Hasta el día de hoy, ellos mantienen el mismo estilo de vida de sus antepasados antes de la invasión y colonización europea. La villa donde residen está rodeada de bosques y ríos que dificultan su acceso.
El antropólogo estadounidense Kenneth Good se había dedicado a estudiar a los Yanomami con tal interés que, durante los años 70, decidió viajar a la selva amazónica para vivir con la tribu un tiempo y poder estudiarlos de primera fuente.
Pronto se fue insertando en su tribu, y ellos empezaron a verlo como parte de su grupo. Tanto así que un día el jefe le dijo que le entregaba a su hija menor para que se casaran. La pequeña Yarima en ese entonces apenas tenía 12 años, y Kenneth -que entonces tenía 28 años- se sintió bastante incómodo con la propuesta.
Pero con el paso de los años, se fueron acercando hasta que finalmente se enamoraron. Si bien al comienzo Kenneth no pensaba tener motivos para sacarla de su entorno y llevarla a Estados Unidos, cuando regresó a la villa y supo que Yarima había sido violada por un grupo de hombres de la tribu.
Este hecho desencadenó que la llevara a con él hacia EE.UU., donde la joven tuvo un choque cultural gigante, pues nunca había visto nada más allá de la selva.
La pareja fue a vivir a Nueva Jersey, donde Yarima se debió acostumbrar a usar ropa todos lo días y a tratar de entender la sociedad en la que estaba. Toda su vida se había acostumbrado a pertenecer a un pequeño grupo de personas que compartían la vida en comunidad, pero en esta gran ciudad veía que todos sus habitantes vivían encerrados en completa soledad.
Fue el amor por Kenneth el que la ayudó a quedarse a su lado por 5 años. Yarima no tenía a nadie con quien hablar, excepto él y los tres hijos que habían tenido, por lo que estaba sola la mayor parte del tiempo.
La última vez que estuvieron en la villa, Yarima le dijo a Kenneth que no volvería con él a Nueva Jersey. Él la entendió, pese a lo doloroso que le resultaba.
Kenneth se volvió a EE. UU. y se llevó con él a sus tres hijos.
Por muchos años, el hijo mayor -llamado David- no entendió a Yarima y hasta inventó que su madre había muerto en un accidente para justificar su ausencia ante el mundo. Pasó el tiempo y, luego de leer un libro que su padre había escrito, logró entender la soledad de su pobre madre en una cultura tan distante. Aquello lo impulsó a ir por ella en la Amazonia.
Y su encuentro fue emocionante.
Luego de pasar unos meses con su madre y los Yanomami, David entendió lo que había sucedido: aunque en Estados Unidos estaban las personas que ella amaba, su mundo era aquel en medio de la selva.
Si bien volvió a Nueva Jersey, la ciudad que para él era todo, David quiere mantener el vínculo con su madre porque son sus raíces. El mismo joven ha dicho:
La persona que soy hoy en día es completamente diferente a la que era hace algunos años. Ahora estoy orgulloso de ser Yanomami y americano, estoy orgulloso de mis antepasados. Amo a mi madre y espero volver a reencontrarme con ella, así como estudiar las costumbres de los Yanomami.
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