Todos los alpinistas profesionales sueñan con escalar los 8.848 metros del Everest. Pero este masivo anhelo ha dejado su huella en la montaña: hay toneladas de basura, heces y cadáveres que se hacinan cerca de su cumbre.
Imagina que te atreves a llevar a cabo la ascensión más peligrosa del mundo (lo han intentado cerca de 6 mil personas y 240 de ellas han perdido la vida). Justo cuando esperas encontrarte con la pureza virginal del Himalaya en la legendaria cordillera, solamente te encuentras con basura.
Un artículo de Science Alert ha denunciado recientemente esta situación a la que aportan muchos montañistas, que llegan a lo más alto y dejan su equipo y sus desechos corporales donde les place. Hay tiendas de campaña abandonadas, latas de comida y tanques de oxígeno vacíos que ensucian la pureza blanca de la zona.
No contento con ello, a 800 metros de la cumbre -justo en la temida zona de la muerte- descansan los restos de medio centenar de alpinistas que murieron en el intento. Lejos de asustar a los nuevos duelistas, su presencia genera cierta familiaridad pues algunos incluso han sido bautizados como “El Saludador” y “El botas verdes”.
Por suerte, las autoridades tibetanas se están comenzando a tomar en serio el problema: El Tíbet sanciona con una multa de 100 dólares a los alpinistas por cada kilogramo que dejan abandonado, y Neppal retiene un depósito reembolsable de 4 mil dólares por cada 8 kilos de basura.
Pero las medidas mencionadas no son muy efectivas: las sanciones son muy baratas en comparación a lo que cuesta una expedición al Everest (el valor ronda los 100 mil dólares).
Para los sherpas, está claro: el problema son los nuevos alpinistas ricos que no poseen cultura medioambiental. En lo que va del año, ya han recogido más de 8,5 toneladas de basura sólo en la ladera china, de las cuales 2,3 toneladas eran heces humanas.
Para peor, la llegada de las lluvias hace que los desperdicios humanos formen un torrente de caca que acaba llegando a los pueblos inferiores.
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