La religiosa Mary Joseph, antes de unirse a las carmelitas era conocida como Ann Russell Miller. Luego de que su esposo muriera debido a un cáncer hizo voto de silencio y vivió en la soledad por 30 años.
La religiosa de Illinois, Estados Unidos murió a los 92 años y su gran secreto fue descubierto luego de su fallecimiento.
Según la BBC la religiosa que vivió en un monasterio por 30 años tuvo una vida diferente a la de las mujeres que deciden dedicar su vida a Dios.
Los últimos momentos de su vida los vivió en voto de silencio y muy sola, ya que su monasterio no permitía visitantes, pero antes de eso Mary Joseph tuvo una vida muy distinta de esta.
Su nombre real era Ann Russell Miller y fue una socialité millonaria de San Francisco con 10 hijos y una mansión con vista al mar donde habían fiestas donde estaban presentes sus amigos. Ella se daba lujos como ir a vacacionar al Mar Mediterráneo y a esquiar.
A pesar de su vida lujosa, esta mujer desde que era niña quería ser religiosa, pero su destino le deparó algo distinto cuando a sus 20 años se casó con quien se convertiría en el vicepresidente de la empresa Pacific Gas and Electric, Richard Miller y así su vida s llenó de lujos y amigos adinerados.
Hace poco uno de sus 10 hijos comentó en Twitter como Ann logró convertirse en Mary Joseph, una monja que se encerró en un monasterio de Illinois para llevar una vida de austeridad y silencio.
Sin embargo, cuando su esposo murió de cáncer el año 1984, la mujer regaló sus bienes y se dedicó a cumplir su sueño de niña: ser una religiosa, dejando atrás una vida muy distinta para unirse a las Hermanas de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Des Plaines, Illinois.
En este monasterio de monjas carmelitas, las normas son estrictas. No se permiten visitas y hay voto de silencio por lo que según Mark, él sólo vio a su madre “dos veces en los últimos 33 años desde que se unió al convento (…) Cuando ibas de visita no podías abrazarla ni tocarla“.
Esta monja tuvo 28 nietos y una docena de bisnietos, pero vivió 30 años sola antes de su muerte sin poder ver a su familia. Incluso cuando ella cumplió 61 años, organizó una fiesta con música y comida pata despedirse de sus amigos decidida a servir a Dios.
Mark, su hijo, dijo que su madre les había explicado a sus invitados que su vida había tenido tres etapas. Los primeros 30 años fueron para ella, los otros 30 para sus hijos y los últimos 30 para vivirlos por su religión. “Espero que salude a papá de mi parte“ concluyó Mark.
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