Esta es una historia que se repite cada vez más en los tiempos que corren: Un hombre envió a su madre a un asilo de ancianos, sin importarle la tristeza en la que la dejaba abandonada.
Cierto día, recibió una llamada del asilo diciéndole que su mamá estaba enferma, que fuera lo antes posible a verla. Cuando la vio acostada en su cama, la mujer estaba ya en su lecho de muerte. Él le preguntó: “Mamá, ¿hay algo que pueda hacer por ti?” La mujer le respondió: “Instala un aire acondicionado, pues el calor durante el verano es insoportable. También un refrigerador, pues no hay espacio suficiente para guardar comida”.
Al no entender nada, el hombre le dijo a su madre moribunda: “Mamá, nunca me habías dicho nada de esto. Ahora que no te queda mucho tiempo, decides decírmelo, ¿por qué?” Jamás esperó recibir una respuesta como esta: “Todo está bien, hijo. Yo puedo soportar hambre, calor y sufrimiento. Pero estoy preocupada por tu bienestar cuando tus hijos te dejen aquí también”.
Esta breve historia nos hace pensar en cómo tratamos a nuestros mayores y nos hace reflexionar en la dura verdad: todos nosotros estaremos en la misma situación algún día.
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