No hay duda: los expertos en climatología están de acuerdo en que el cambio climático se debe principalmente a las actividades humanas.
El uso de combustibles fósiles, la deforestación masiva, la producción de cemento, la descomposición de rellenos de basura, la cría de ganado y las prácticas agrícolas son algunas de las actividades que produjeron el calentamiento global que nos afecta hoy.
Una de sus consecuencias más amenazantes es el deshielo de los flaciares terrestres de los continentes ártico (polo norte) y antártico (polo sur).
El deshielo de los glaciares marinos que están bajo el agua no poseen consecuencias en el nivel del mar pues ocupan el mismo volumen congelados o como derretidos, pero el deshielo de los glaciares terrestres es el que supone un gran peligro.
Una serie de artículos publicados por la revista Nature muestran que el completo deshielo del continente antártico elevaría el nivel del mar hasta en 60 metros.
La Antártida no puede derretirse de un día para otro, pero sí que va a pasos agigantados: su ritmo de deshielo se ha triplicado en las últimas décadas, llegando a derretirse una media de 76 mil millones de toneladas de hielo anualmente.
Como resultado, han aparecido ríos, lagos y cascadas en este continente, como se puede ver en este video:
Es normal que en verano el agua líquida recorra entre el hielo antártico, ahora su flujo es permanente. Hay largos ríos de unos 100 kilómetros de largo, cascadas que caen a 120 metros de altura y enormes lagos de 80 kilómetros de diámetro.
Y el ritmo del deshielo seguirá aumentando, pues el agua de estos ríos es más oscura, lo que permite que absorba más energía solar y aumente la temperatura del hielo. Esto termina acelerando su fusión.
“Ya hay mucho más derretimiento en curso de lo que pensábamos, y cuando suba la temperatura del planeta aumentará aún más”, asegura el glaciólogo Jonathan Kingslake.
El derretimiento de los polos es una de las amenazas más grandes a la estabilidad terrestre, pues sus consecuencias serían irreversibles: los océanos se acidificarían, las corrientes oceánicas se alterarán, los ecosistemas marinos perecerían, habrían plagas marinas invasoras y un aumento de CO2 en la atmósfera, entre otras.
Esta es una década decisiva para preservar la antártida, y necesitamos un cambio fundamental en el funcionamiento de nuestra sociedad industrial. Medidas como el reciclaje y la reducción del consumo superfluo sólo son un maquillaje que a largo plazo no tendrá mayor efecto si no realizamos un cambio profundo.
“Es un problema global que exige un cambio radical a nivel institucional”, concluye el ingeniero de la compañía de observación del planeta vía satélite IsardSAT, Gorka Moyano.
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