Un equipo de investigadores ingleses y holandeses hizo un experimento con 50 hablantes nativos de alemán que estudiaban en la Universidad de Maastricht, ubicada en los Países Bajos, cerca de la frontera con Alemania. Todos los participantes admitieron que bebían alcohol a menudo y como sus clases se enseñaban en holandés, dominaban el idioma.
A cada uno le pidieron que mantuviera una conversación informal de dos minutos con un entrevistador en holandés, pero a la mitad de los participantes le dieron agua para beber y a la otra mitad una bebida alcohólica.
A los estudiantes se les dio en promedio dos cervezas y al comenzar la conversación se comprobó que su pronunciación mejoraba y las aptitudes en gramática, vocabulario y argumentación se mantenían iguales entre los que habían bebido alcohol y los que no.
Las puntuaciones fueron emitidas por los holandeses nativos que desconocían quienes habían bebido alcohol y quién no, pero también por los propios sujetos del experimento, quienes debieron ponerse nota según la fluidez con la que creían que habían hablado. Lo que demostró el exceso de confianza consigo mismos.
En el año 1972 se hizo otro estudio científico parecido en donde se demostró que con pequeñas dosis de alcohol los estaunidenses mejoraron la pronunciación de palabras en tailandés.
Los hallazgos del estudio deben ser replicados en otros grupos de personas para demostrar que los resultados no son exclusivos de hablantes nativos de alemán o personas que aprenden holandés.
Eso sí, los investigadores dejaron muy claro que un consumo de alcohol excesivo no tendrá los mismo efectos, sino al contrario, generará menos fluidez y una habla gangosa.
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