La mente humana guarda acertijos que muchas veces son indescifrables. Hay personas con ideas tan oscuras que la mayoría nos sentimos aliviados de no entender el razonamiento detrás de macabros actuares. Yo al menos no me explico cómo una persona puede ser tan horrorosa como para juntar a un grupo de niños y asesinarlos.
Al ruso Anatoly Slivko le encantaba ver sufrir al resto y ver cómo un humano se retorcía del dolor con sus torturas. Y así fue como, sin piedad, mató a muchos jóvenes.
Anatoly Slivko era un ejemplar esposo y cariñoso padre para sus dos hijos. Pero hubo algo que lo marcó de por vida: fue testigo de un terrible accidente automovilístico que le costó la vida a un escolar.
Slivko jamás pudo sacarse de la mente a aquel niño ensangrentado.
De hecho, incluso sentía algo de excitación al ver a este niño morir de forma tan cruel.
Pero entonces el hombre era respetado en su comunidad, lo suficiente como para ser líder de un club de niños conocido como Chergid. Y el sueño de todos los niños era entrar a ese club. Ninguna sabía del inminente peligro que vivirían con este sujeto.
Cada año, este tipo seleccionaba a 1 o 2 niños para que entraran al club, y cuando se ganaba su confianza les contaba una historia sobre la guerra. Luego, les pedía que repitieran escenas en medio del bosque.
Los pequeños eran torturados en aquel lugar.
Ninguno de ellos era capaz de confesar las atrocidades de las que habían sido víctimas en el bosque, ni menos de contar que existían grabaciones sobre todo lo que sucedía.
Mientras grababa a los niños, hacía experimentos con ellos. Les decía que les serviría para relajarse, pero los métodos que usaba eran escalofriantes: algunos niños eran colgados hasta quedar inconscientes.
Algunos no sobrevivieron a esta horrorosa tortura.
7 niños murieron en medio del bosque, lejos de sus padres, gracias a la perversa mente de este sujeto. La cantidad pudo haber sido mucho mayor si no fuera porque un niño no aguantó y pudo romper el silencio: le contó a sus padres lo que ocurría en el campamento.
Cuando la policía comenzó la investigación sobre el club y su líder, ya llevaba 20 años haciendo el campamento, mismas dos décadas desde el primer asesinato.
Al entrar a su casa, los investigadores encontraron zapatos de los alumnos que eran sus víctimas: los guardaba como trofeos.
Con múltiples crímenes en su espalda (además de cargos de abuso sexual y necrofilia, es decir, sexo con cadáveres), fue sentenciado a muerte y ejecutado en 1989.
Slivko se convirtió en uno de los asesinos más famosos de la Unión Soviética. Un verdadero monstruo.
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